A medida que la fama de Pink Floyd se disparaba, los problemas con las drogas (sobre todo con el LSD) de Barrett iban consumiendo el cerebro del genial músico a un ritmo trepidante. Sus apariciones públicas, incluidas las obligadas sobre el escenario, eran cada vez más vergonzosas. Pese a ello, en 1968 el grupo grabó y editó su segundo álbum, A Saucerful of Secrets, aunque para entonces las riendas de la banda ya estaban en manos de Waters, ante la patente incapacidad de Barrett. Fue el propio Waters quien decidió introducir en la formación a David Gilmour, prodigioso guitarrista que en principio se ocuparía de suplir a Barrett a la guitarra durante las actuaciones en directo.
En abril de 1968, Pink Floyd anunció que Barrett abandonaba la banda. Sin embargo, en 1970 Barrett lanzaría dos álbumes en solitario, The Madcap Laughs (producido por Waters y Gilmour) y Barrett (producido por Gilmour y el teclista Richard Wright). Estos trabajos pasaron sin pena ni gloria, y a partir de entonces Barrett se recluyó en casa de sus padres y no se supo nada más sobre él. Hasta 1975.
Cuenta la leyenda que, el 5 de junio de 1975, los miembros de Pink Floyd se encontraban en los estudios de Abbey Road trabajando en las mezclas de ‘Shine On You Crazy Diamond’, single principal de Wish You Were Here, noveno álbum de estudio de la banda. Tanto el tema en cuestión como el que da título al disco eran un claro homenaje al desnortado Barrett. Es más, ‘Shine On You Crazy Diamond’ había nacido a partir de un lúgubre riff de Gilmour inspirado por los recuerdos de Barrett. Asimismo, Waters escribió la letra para el tema intentando transmitir “esa especie de melancolía indefinible e inevitable por la desaparición de Syd”, según sus propias palabras. En cierto momento de la grabación, un personaje gordo, con las cejas y la cabeza afeitadas y totalmente vestido de blanco apareció deambulando por los estudios. Al principio, los músicos de la banda no lo reconocieron. Gilmour fue el primero: era él, era Syd Barrett.
Rogers Waters no pudo evitar las lágrimas al ver el estado de su antiguo compañero. El batería Nick Mason confiesa en su autobiografía el extrañamiento que le produjo la sorprendente visita: “No tengo ni idea de por qué estaba allí. Nadie lo había invitado, y yo no lo había visto desde que dejó el grupo en 1968”. Tras hablar con él un rato y ponerle la grabación de ‘Shine On You Crazy Diamond’, Barrett preguntó cuándo podía grabar su parte del tema con la guitarra. Estupefactos y ante la considerable desorientación del irreconocible genio, los miembros del grupo le contestaron que ya la había grabado. Y no pudieron ser más elocuentes en su respuesta, aunque aquella no fuese más que una contestación para salir del paso, dirigida a un loco: sin Syd Barret Pink Floyd no hubiera nacido y, sin su marcha, la banda probablemente se habría ido a pique. Así que, en efecto, Syd ya había tocado su parte.